LA IGLESIA Y EL NO
La iglesia está activando por el NO y aquello es síntoma de su fracaso pastoral. Sus huestes (principalmente jóvenes) tiran ya desde los catorce años; y no es por católica sumisión que no usan ni gustan del condón. Por su parte, a las niñas no les queda más que buscar el dinero y el carnicero quien les practique el legrado clandestino, que les permite ingresar brutalmente a la madurez y descubrir que el machismo debería ser resuelto constitucionalmente. Es por pura suerte que no quedan estériles, o completamente muertas.
¿Esperaba la Iglesia que, ante tal conmoción, la Asamblea Constituyente le diera recomponiendo su estulticia pastoral? Qué candidez, esperar que una asamblea mayoritariamente laica y hasta probablemente atea, le dé declarando pecado al aborto y a la homosexualidad. Y qué falta de cojones de la Asamblea. Por qué no echársela encima a la Iglesia y de una vez por todas invitar al pueblo a que madure y vote, o por sus miedos cojudos o por un porvenir, probablemente incierto, como todos los porvenires.
Es sorprendente: la peluconocracia seguramente confiaba que la constitución fuese más efectiva que sermón en púlpito o que una amenaza de castigo infernal. Feos tiempos estos de la resurrección fascista; no en vano Ratzinger está en el Vaticano, y su secuaz del opus dei en el obispado de nuestra ardorosa ciudad, mojada por el Guayas.