(Este artículo apareció en el número de enero de la revista “Rocinante”)
La historia de la historieta nacional ha recibido singular cobertura en los últimos tiempos. Jaime Zavala hace una estupenda semblanza en el número del 14 de abril de 2014 de Cartón Piedra, y algunas semanas después (El Universo, 7 de noviembre) aparece un artículo relacionado con el día de la historieta nacional, propuesta lanzada por el grupo Mono Cómic y que conmemora la aparición del primer cómic ecuatoriano, fechado el 7 de noviembre de 1885 (“El Perico”, por Francisco Martínez Aguirre).
Cien años después (1985) Fernando Naranjo publicaría en El Meridiano de Guayaquil la historieta “Quil, la chica del futuro” sin pena ni gloria, justo es decirlo, puesto que no aparece en ninguna de las crónicas arriba citadas. La historieta cuenta con su historia paralela. Por entonces Naranjo trabajaba en el desarrollo de su personaje: “Vaidal, el insurgente”. El editor en jefe de “El Meridiano” era el poeta Fernando “el Ronco” Artieda, quien me puso en contacto con sus propietarios. No contento con la oferta que se me hizo por los derechos de Vaidal, propuse escribir la historia de la madre de Vaidal (que, por cierto debía ser “Baidal”, apellido cholo que no tenía empatía con el concepto gráfico que me había propuesto realizar para la historieta) y así fue como salió a circular… Por poco tiempo. No guardo recortes de la serie, pero conservo el primer arte, a la usanza del ilustrador Druillet, que diseñé como portada para la novela gráfica “Vaidal, el Insurgente”, de donde surge el Universo creado para “La Era del Asombro” (1994, Abrapalabra editores), y para algunos cuentos de “Cuídate de las Corioliss de Agosto”(2005, Quimera Editores).
Suele suceder. Yo no me quejo. Crear la historia de Quil, dibujarla, y después verla publicada resultó ser una experiencia tan gratificante, que ha compensado la injusta omisión de su existencia. Llegar a su realización precisó, sin embargo, de una esmerada y rigurosa formación que comenzó –como debe ser- en el hogar. Y en el idioma nativo. Estamos hablando de mi aprendizaje como lector, evento que ubico al comenzar los 60…
“Muchacho, estás elevado, ¿quién eres? Pareces Júpiter Pluvioso”.
La que habla es mi madre; el paciente, el pupilo, o el discente, por decirlo de algún modo, era yo. Y “Júpiter Pluvioso” era un personaje de cómic, seguramente argentino, de aquellos que disciplinada y periódicamente poblaban las páginas del “primer diario nacional” allá por los 60s del siglo XX. Conforme pasaba el tiempo y ya me alimentaba de cómics (light, les dirían ahora) descubrí que no sólo ella sino mis tíos y abuelos pasaban intercambiando frases y aforismos, como de igual modo lo hacen politólogos o científicos, acreditando la fuente y a sus autores para respaldar sus juicios. Para mi abuela era un pecado que me las pasara leyendo “esos Penecas”. Lo cierto es que yo no viví para leer esa publicación, pero era el genérico de entonces para cómic. Tiempo después, si mi chica no era de su agrado, las comparaciones de su fisonomía con la de ciertas heroínas de cómic, garantizaba al menos una revisión concienzuda de su apariencia.
“Esa muchacha que te gusta tiene la misma boca de Ulanita”… Ulanita, novia de Trucutú, el troglodita:
Por entonces Jorge Luis Borges había publicado ya su cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Pero el destino, mis hados particulares, o la Divina Providencia, cuyos caminos han sido, son y serán inescrutables, determinaron que no conociese al tan mentado sujeto sino una década después. Nada podía decir entonces de la fantástica conspiración Tlöniana, que consistía en penetrar a las instituciones, organismos y países mundiales, como si se tratara de una infección lenta e irreversible, hasta que todo se hubiese transformado en ese planeta forjado en las páginas de una enciclopedia inencontrable.
Lo que me consta es que esa conspiración de tipo Tlöniano se ha infiltrado y propagado en la mente de muchos ecuatorianos en estos 130 años que median entre la publicación de “El Perico” y nuestros días. El éxito de tal efectividad radica, sin duda, en la toma por asalto de la naturalidad cotidiana por parte de textos, personajes y aforismos pertenecientes al mundo de la historieta. ¿Ha sucedido lo mismo a nivel mundial? También sin duda. ¿Es temible el asunto? Para nada, esa es mi postura. De hecho, el mundo del cómic puede ser más franco y directo que el mundo convencional:
Ejemplos al canto:
Este sujeto a ratos odioso es Avivato. El diccionario de la RAE no registra la palabra “avivato” como sinónimo de sabido, audaz, sinvergüenza, pretencioso, vividor, o inescrupuloso, de modo que se puede colegir que cuando algún político nuestro despotrica contra algún colega “avivato” está aludiendo directa o indirectamente al personaje de la historieta, original de Lino Palacio, nombre obtenido a su vez del lunfardo argentino.
Este otro personaje es Fúlmine (Guillermo Divito), eterno posesionario de la mala suerte y las desgracias, una caja de Pandora ambulante. A pesar de que el personaje ha desaparecido de la página de cómics de nuestros diarios, generaciones que jamás lo vieron persisten en bautizar con ese mote a cuanto salado se cruza por sus vidas.
Y si presumes de ser querido por todos, pues todo lo opuesto (por ladino, oportunista, hipócrita, estafador, aparte de elegante y sonriente) está reencarnado en Falluteli, también criatura de Divito, que es el tipo de burócrata dos caras que más que un inepto es un predicador y divulgador de las ineptitudes ajenas, cuya presencia es tan desafortunada como la de Fúlmine.
Y siguen los ejemplos, como si se tratara de desfile de pasarela: Pochita Morfoni, Bombolo, Pomponio (y su consumista mujer), los mortificantes personajes de Disney con sus sobrinos sin papás, noviazgos infinitos, y agentes confesos de la Guerra Fría, además todos los héroes Marvel, etc.
Yo sé que el mundo del cómic es predominantemente gringo, pero en aquellos tiempos yo no ejercía discrimen alguno entre los cómics americanos, mexicanos o argentinos… Con tal que me dieran insumos para defenderme en la vida de forma adecuada y “culta”. Menos recordados son, pues, los héroes y anti héroes de creación mexicana… Pero todo es cuestión de removerles el ánima. De muchacho, en plena Era de la Radio, cuando aún no llegaba la TV al Ecuador planetario, existían los puestos de revistas de alquiler y existía Editorial Novaro. Igual que las futuras tiendas de VHSs o de venta de CDs, donde habría para todos los gustos, cuando iba de fin de semana a casa de mis primos alquilábamos historietas de amor, acción, drama social, caricatura, ciencia ficción, etc. Las novelas gráficas de romances, dibujadas en alto contraste, con aquella tipología de mujer de enormes y puntiagudos senos, mirada siniestra, labios frondosos y entreabiertos, cintura de avispa y trajes de raso que brillaban a lo largo de toda su escultura, creada por Franz Frazetta y que fuera replicada por todos los ilustradores del mundo, buscaban (¡y lo conseguían!) despertar la líbido de los inocentes muchachos de entonces.