“El lado frío de la almohada” comienza por el final. Han matado, como resultado de una confusa balacera, a Laura Bahía, funcionaria de la embajada cubana en Madrid que sostenía una relación con un agregado de la embajada de USA en España, Phillipe Hull.
Como no es nuevo ese desafío de contarte el final, ¿qué hace la autora para treparnos a su historia? Apenas ser directa, manejar una prosa sobria, intensa y a ratos poética, de diálogos veraces, de gran ingenio, creíbles y reflexivos. Esta novela
“no es un fragmento de la Historia, con mayúscula, aunque sí pertenezca a la historia de lo que los hombres y las mujeres hacen, conocen, imaginan, procuran”.
Como fuere, corre el 2003, la URSS está disuelta hace más de una década y aún se perciben las secuelas del “período especial” cubano, es el año de la segunda guerra contra Irak, y en tales circunstancias dos embajadas, digamos que enemigas, envían a dos de sus funcionarios a… ¿dialogar?; pero terminan ¿amándose? ¿Será posible ese modo de tregua? Voy por las primeras páginas, pero las secuencias que preceden al primer encuentro entre los agentes, el norteamericano y la cubana, son de una economía de palabras, insinuaciones y silencios tan genial como perfecta. Los cubanos han establecido contacto con grupos potencialmente terroristas; pero los americanos sospechan que lo que pretenden es llamar la atención para propiciar un acercamiento con ellos… Gopegui hace gala, realmente, de un dominio admirable de este tipo de situaciones y de las estrategias que los propician.
El día del contacto Laura se entrevista con una portuguesa de un grupo extremista:
“En ningún momento reconoció la mujer la existencia del grupo. Habló como si se tratara de una leyenda, un rumor sin confirmar y al cual ella no parecía dar crédito. Hizo alguna pregunta a Laura, repentina, imprimiendo giros ilógicos a la conversación… Laura sabía que la estaba probando y estaba dispuesta a aguantar el tiempo y las preguntas necesarias…
“Laura sacó un sobre de su mochila y se lo entregó a la portuguesa—. Es una lista de lugares donde obtener documentación falsa en MADRID. Podéis verificarla o descartarla, como queráis. Os la entrego… a cambio de esta cita.
“La Portuguesa se puso en pie.
“—No te entiendo.
“—No ha sido una trampa —dijo Laura—. Aunque sí he mentido. No quiero entrar en vuestro grupo pero necesito que alguien sepa que podría hacerlo.
“—¿Insinúas que te han seguido? —preguntó la portuguesa, impasible.
“—Hay otra cosa que quiero daros —dijo Laura sin contestar. Extrajo ahora una carpeta flexible de la mochila—. Es alguna información que tiene sobre vosotros la embajada estadounidense. Puede que haya más, no lo sé, esta la conseguimos por un golpe de suerte.
“Laura tendió la carpetilla a la portuguesa. Ella, sin hacer ademán de cogerla, preguntó:
“—¿Quiénes la conseguisteis?
“—Sí —dijo entonces Laura—. Me han seguido. Por el momento no van detrás de vosotros, sino detrás de mí. De todas formas, este era el único camino para darte una copia de lo que tienen. No creo que os hayan pinchado el teléfono, pero tampoco lo descarto… Siento no haber avisado… Tú sabes cómo es esto… Nunca iríamos contra vosotros.
“—Supón que lo acepto. Pero además querrás que acepte que el engaño era el único modo que tenías para lograr lo que querías.
“—Es que era el único.
“—No vas a decirme quiénes sois.
“—Ahora no. —La portuguesa cogió la carpeta de manos de Laura, que dijo—: Pero si llegas a saberlo no te sentirás traicionada.”
Y los americanos la contactan.
¿De qué va el argumento? Creo que del cansancio de soñar, encarnado tanto en Laura, como en su coprotagonista—antagonista Phillip Hull, donde subyace el otro desencanto y la cuestión adosada: debe Cuba continuar resistiendo, o no, ante un poder que siempre se ha jactado de no tener amigos sino intereses. Laura no se deja engatusar por los sueños que “son muertos”, y que ella es Cuba en la novela, mientras que Phillip, el agente gringo —que también tiene sus sueños— termina agenciando su muerte a pesar de toda la pasión despertada.
La novela consta de dos partes que discurren alternadamente. Por un lado está todo el suspense que implica cumplir sus respectivas misiones nacionales; y la otra, que consiste en cartas periódicas que Laura envía al director de un diario de gran tiraje donde reflexiona con profundidad y obstinación en el papel que desempeñan los sueños personales cuando están atados a los sueños de tu nación. Son ocho las cartas de Laura, allí encontramos la significación del lado frío de la almohada y la vindicación del sueño de los muertos; en la segunda (el amante como enemigo) Laura escribe “Soñamos soledad y la soñamos siempre contra alguien”. La tercera abre con frío dolor: “Porque los sueños adulan nuestra impotencia”. A confesión de parte, relevo de prueba. Laura insiste: “… me gustaría contarle que los sueños, los individuales, los fragorosos, están destruyendo Cuba”. En la cuarta Laura expresa que Cuba es “la posibilidad de un sitio no sometido a la lógica del beneficio que siempre lleva aparejada la lógica de la beneficiencia”. La quinta es una inquietante disquisición sobre la sirenita De Andersen y lo que implica poner los pies en la tierra, ese lugar tan común y tan lleno de cristales rotos, según aprecia Laura. En la sexta, más que una defensa de Cuba, hay la exposición de motivos —ajenos— por la cuales Cuba como revolución debería desaparecer. Vuelve a los sueños, citas de Lezama Lima, Miguel Hernández. Después de la séptima carta (del secreto como arma de débiles) Laura es asesinada. Hay todavía una octava carta, escrita seguramente en el intervalo, siguen las reflexiones de lado y lado sobre su muerte y sobre lo que realmente se logró.
A pesar del ritmo literario, resuelto y sostenido, sólo hay una alusión musical en la “letra de una vieja canción” (Laura): “Dónde pongo lo hallado”, de Silvio, naturalmente.
Frases subrayadas:
“El sueño es leve y no dura y se atoran los caballos de batalla”;
“Si viéramos señales donde hay azar sería más fácil”;
“Los no poderosos somos más. ¿Por qué a la hora de la verdad siempre parece que somos pocos?”;
(Sobre los sueños fragorosos): ¿Qué me hicieron los sueños para que ahora me lance contra ellos y quiera combatirlos, refutarlos, dejar constancia de su inexactitud?”;
“Los amores desiguales hacen suyo el obstáculo y lo invierten”;
“El amor es un pacto inseguro”;
“La idea de prosperidad está afuera… Puede que sea una idea engañosa. No importa. Tiene presencia”;
“Yo no tengo leyenda”.
Belén Gopegui, España, 1963, autora premiada, guionista de cine, es una mujer bella, jamás la he visto maquillada ni se tinta su pelo prematuramente gris. Estuvo recientemente en el Ecuador, a propósito de la FIL Quito de noviembre de 2016. “El lado frío de la almohada” edición DEBOLSILLO de Random Mondadori, cuesta 14 dólares y lo encontré en librería La Española, en Guayaquil.