San Blastarf de Maq

San Blastarf de Maq

Fiesta: 18 brumario
Conocido también como Blastóforo, y cariñosamente como Blas
Patrón de pandemias, de enfermedades de la garganta y otorrinolaringólogos. +C.9316
Nacido en el mundo marino de Maq, San Blas hizo votos a la edad de nuestro Señor pero siguió ejerciendo la medicina por 20 años más antes de ser nombrado obispo en Arimán, cargo que ejerció con gran devoción y sacrificio hasta que, por cuestiones de edad, se retiró a la vida eremita en Flatflag, un asteroide hueco situado en el cinturón de asteroides de Cetus Solis Invicta. Hasta ese lugar lo acompañó su fama de sanador milagroso, adquirida en su mundo natal cuando salvó a una muchedumbre que se ahogaba debido a una reacción alérgica que cerró sus tráqueas. Según los abogados de Dios lo que hizo Blas fue toda una proeza de fe al extender sus manos y restaurar la respiración en más de veinte almas; según los abogados del diablo, lo que hizo Blas fue una audaz e irresponsable proeza de habilidad quirúrgica: practicar simultáneamente como veinte traqueotomías sin que ninguno de los pacientes se le muriera.
Quiso la Providencia que ese gesto fuese divulgado como obra milagrosa por los habitantes de aquel mundo subterráneo.
Asediado por el pecado encarnado casi siempre en multitudes, se cuenta que, en cierta ocasión, compareció ante el cráter de ingreso del asteroide Flatflag una docena de mujeres de vida licenciosa con serios problemas de hongos en las mucosas.
Las mujeres no se dejaron arredrar por las reglas de reclusión que el santo se había auto impuesto y desembarcaron sus bártulos y cobertores y, a pesar de las protestas del santo que exigía “un poco de silencio, por favor”, se posesionaron del lugar y se instalaron con sus gritos ahogados y tosigosos, con su cháchara vulgar, con sus espejos y aretes de fantasía y su música de burdel.
El santo muy profesionalmente, en medio de las burlas y sarcasmos de las doñas que generosamente abrían sus bocas, sus piernas, o se ponían en cuatro con el culo alzado, revisó las mucosas, extrajo muestras, hizo cultivos bacterianos y prescribió gárgaras, reprimió todo tipo de contacto bucal en otros genitales, amén de mucho ayuno y oración.
Luego del rosario de la tarde, el santo les explicó el origen de la afección. “Ay, pecadoras” les dijo. “Pecadoras del demonio. Todo su mal se debe a su poco grato oficio y a la actividad herética de vuestros cuerpos. Podría curaros con una simple imposición de manos pero, ya os veo infieles, volveríais a colocaros un glande en la boca antes de lo que decae un muón. Así que no me queda más remedio que curaros el alma antes de que se os escape del cuerpo”.
Justo es decir que los procedimientos de cura del santo eran poco ortodoxos. Más de un abogado del diablo trató de impedir su beatificación argumentando el escaso espíritu de fe que el santo era capaz de inducir en sus pacientes. Y así comenzó para aquellas mujeres probablemente la época más ardorosa y frustrante de sus pecadoras vidas, debido al carácter homeopático del procedimiento sanitario del santo.
Era su teoría de que el pecado tenía que manifestarse en su esplendor para que la propia alma de la pecadora creara la inmunización que devolvería la santidad al pecador. Y así dio comienzo a la sanidad espiritual de las mujeres, permitiendo que el pensamiento concupiscente las consumiera, por así decirlo.
Para el efecto, y con ayuda de macro gusanos anaeróbicos del cinturón de asteroides, el santo creó doce celdas esféricas donde aisló a cada una de las mujeres. La sanación fue, por decirlo de algún modo, personalizada; pero como los pecados eran los mismos, el método tuvo la virtud de penetrar en la bondad natural que emana de toda criatura humana por más vil que parezca.
De más está mencionar que, en vista de la soledad monacal el santo fue el objetivo pecaminoso de todas y cada una de las mujeres, presas como estaban de sus pensamientos más lujuriosos; pero el santo estaba curado de por vida para estas y otras tentaciones de manera que ante vulgares propuestas del fellatio el santo contestaba con cánticos y glosolalias; a la propuesta de porneia contra natura, el santo repuso con poéticas letanías, adecuadas para sosegar al exaltado, enfriar al ardoroso y desalentar al comedido. Con el tiempo las mujeres no solo curaron sino que hicieron un gran negocio del tratamiento aprendido, poniéndolo a disposición de las gargantas más profundas y viejas de los mundos conocidos.
De allí nace la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta, así como el uso de gargantillas con un pequeño dije que simboliza el prepucio de la santa circuncisión.

Cuando la cruenta persecución de Arítolaus, el desagradecido, llegó a los mundos de Argos Solis, sus cazadores fueron en pos de animatrones para los juegos de la arena. Estas feroces criaturas huyeron atemorizadas ante el despliegue de doma salvaje implementado por los cazadores, y unos cuantos trataron de refugiarse en los cráteres de Flatflag. Allí encontraron al santo en hibernación sagrada y lo arrestaron. Aritolaus trató sin éxito de hacerle apostatar. Finalmente fue echado a un lago del mundo Maq. San Blas, parado en la superficie, invitaba a sus perseguidores a caminar como él sobre las aguas y así desacreditar el poder de los falsos dioses de la cacería. Estos se ahogaron. Desgraciadamente, cuando volvió a tierra fue torturado y decapitado. C. 9316.

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