Con los rasgos del mítico Lee Van Cleef en el siniestro papel de Eliot Belt, Goscinny & Morris escribieron e ilustraron “El cazador de Recompensas”, de la serie Lucky Luke en 1972.
“En la fauna del Oeste”, reza el texto, “el cazador de recompensas es más despreciado que el coyote, la serpiente de cascabel y el buitre”.
Me pasa al abordar un cómic que éste “siempre sucede”… Como si el tiempo se replicara una y otra vez, así se siente el desprecio por él de parte de todos. Belt lo tolera estoicamente, con elocuencia, en todos los ámbitos de la vida cotidiana de un cazador de recompensas.
Pero, a pesar de la formidable capacidad condensadora de texto e imagen por parte de sus autores, Morris y Goscinny se toman 7 páginas y 40 viñetas para establecer el expediente completo de Eliot Belt, que abarca desde su ejemplar niñez hasta su encuentro fortuito con Lucky Luke en Cheyenne Pass, donde el héroe -defensor a ultranza del stablishment-, salva la vida de Eliot. No podemos pasar por alto la lectura no precisamente anti capitalista de esta novela gráfica, pero sí la lectura alterna del submundo paralelo del capitalismo donde a muchos Belt no les queda otra que cazar -literalmente- las recompensas. Y así vemos al pequeño Eliot Belt, como curioso alter ego del padre de la Patria por antonomasia, George Washington, en su famoso episodio del cerezo talado.
Este conspicuo ciudadano americano fue niño, escolar y precoz amante del dinero… Ojo, que jamás robó; todo lo contrario: es la sociedad, en su afán organizador, la que dispuso pagar por ser soplón. Y Belt aceptó dicha formalidad.
Un ciudadano, con tan profunda como cordial veneración por el dinero (H. Hesse), estaba asistido por todo el derecho constitucional a abrir una cuenta bancaria. Esta fue la respuesta que recibió por tamaña lisura:
Y, como lo mencionara arriba, como en buen policíaco, quiere la suerte que Luke salve a tan despiadado antagonista de morir en manos de un vengador anónimo.
Ahora sí estamos listos para lo que sea. Lucky Luke, montado sobre Jolly Jumper, está dispuesto a realizar todas las maromas posibles para custodiar, como nadie, la ley y el orden de tan salvaje territorio, y Eliot (su caballo se llama “Wanted”, naturalmente) vive dispuesto a hacer lo que sea con tal de amasar fortuna a costa de la desgracia ajena.
¿Qué sucede? Sucede que de los pesebres de Bronco Fortworth, importante y millonario criador de caballos, ha desaparecido “¡Lord Washmouth III !” Y el principal sospechoso es el custodio del caballo, un apache empleado de Bronco Fortworth.
El problema se arma cuando el ricachón (en realidad un puntal plutócrata del sistema) decide poner precio a la cabeza del apache (“Cucharilla de té”); ni más ni menos que 100 mil dólares de recompensa, que concitan la atención y presencia de decenas de cazadores, aparte del mismo Belt. Y se moviliza también, y en su defensa (desde la reservación -en cuyos exteriores se lee: PROHIBIDO VENDER ALCOHOL A LOS INDIOS-), la tribu a la que pertenece Cucharilla de té. El nivel del relato policíaco matizado con humor certero, a veces vertido en forma expresa, a veces sobrentendido (cuando el texto y el dibujo contrapuntean mutuamente) hacen que esta historia sea una de las más relevantes de cuantas crearan Goscinny con Morris.
En honor de Morris, el trabajo de investigación es formidable. Los ambientes aparecen dibujados con todos su detalles: estilos decorativos, alfombras, mobiliario, arquitectura, maquinarias… El cromatismo es plano, acentuado por masas de sombra negra y compacta; los personajes mantienen su identidad desde cualquier de los ángulos escogidos por el ilustrador.
Ni crean que les voy a contar el nudo, peor el desenlace. Ahora que todo está en la “nube”, si no lo encuentran en Mr. Books o en La Española (acá en Guayaquil) búsquenlo y descárguenlo, como sea. Serán recompensados.