En la noche del 6 de julio asistí al lanzamiento del poemario de James Martínez “Escrito en Hueso” (Rastro de la Iguana Ediciones, 2015)
¡Qué bien que lee mi pana, qué bueno es que los poetas sepan leer sus obras!
¿Cuándo conocí a James? Debió ser por los setenta y tantos; poco después de que Carlos Calderón Chico y yo nos graduáramos en el “Pedro Carbo”. Estoy casi seguro que él me presentó a James.
Buena parte de los predios de nuestros feudos de aquel entonces estaban limitados por la calle Quisquís al norte y la Av. 9 de octubre por el sur; y entre Quito por el oeste y Lorenzo de Garaycoa por naciente. Sitios de acceso ilimitado: Casa de la Cultura, Colegio 13 de Abril, Colegio Pedro Carbo, parque Centenario, parque Medardo Ángel Silva, Iglesia de San Agustín, cine Centenario, Bar La Macarena… Tal vez James lo haya olvidado pero en una de esas esquinas me presentó a esta mujer…
Destinada a meterse en mi vida e intervenir en mis asuntos internos sin consulta previa, la verdad es que dicha intromisión no me ha molestado en lo absoluto; y eso es algo que se lo debía al poeta Martínez y esta es buena ocasión para agradecérselo, mientras festejo su nueva obra.
Como las lecturas de James se me antojan inagotables, nada diré de sus epígrafes; pero de su obra me toca decir que me resulta encantadora, que mis entendederas se revitalizan con esta forma tan personal de James para revelarnos el lado nostálgico del mundo, con tal eficiencia que no puedo desentenderme del texto.
El poeta Galarza, en su comentario sobre el libro, alude a sus versos iniciales. Completamente de acuerdo con su apreciación reproduzco el texto y otros versos más:
Salió el héroe al fracaso, muy temprano,
bajo la oscura catedral del cielo…
Hay un cierto tinte melancólico
en estos modos de morir.
Quedarme a perder, amagar algún asalto
al cielo: cuerpo elástico que cae. Ícaro inútil,
sobre el lugar común del mundo…
Queda claro que ese héroe es un protagonista incansable pero solitario, vive la vida en todas partes y en todos los tiempos, a pesar de todo. En “Arde”:
Cada quien tiene su soledad,
su causa expresiva y sola.
Y es ardua, manos de monos, aprendiz
de brujo modulando suavemente su energía.
Solo la opacidad o un brillo en tonos tenues
estilizan el dolor.
Error del mundo que conserva el cuerpo,
con olvido y peso incómodo
En los versos finales de “Arde” encuentro la dialéctica interna del mundo, del sujeto y sus sempiternas visiones invertidas y contradicctorias:
Lo demás será énfasis y furia: cantar
la sucia balada con percusión devota,
caer al cielo, bajar muy desde abajo.
Y luego hacer las cuentas, esculpir los gritos,
escribir los gestos de la persecución,
tronar colores.
El cuerpo es signo y arde
De mis amigos que escriben poesía y usurpan mis lecturas (la Cino, la Lukre, la Liset, el Garzón, la Wafi, la Dolores, galarza, Carrión) James viene soberbio con textos como el que cito, tomados de “Confeso”:
1.FRECUENTEMENTE TENGO ATAQUES DE ALEGRÍA
(Con algo de dolor) y echo a perder el día de los otros:
programas ya prescritos, compras, trámites, proyectos.
Propongo entonces una excursión al puerto,
resucitar a los muertos más queridos,
solos de saxo arrasadores, mares de cerveza, de mar,
sol suave sobre la soledad de esa alegría. Pero (la vida tiene su revés)
el dolor viene con el orden, la prohibición de soñar, cuentas del alma
de otros. Así acontece al animal que aprende y pierde, con heridas, educando al instinto de aventura, dejando –por no poder cargar-
tesoros expresivos, besos, huesos.
2.Salgo, como saltando al vacío o al mar desconocido. Primera
opción: la gente.
Luego viene más texto sabroso y nostálgico, pero eso se los dejo a vuestra discreción, hasta que consigan el libro.
Salí contento del evento de “lanzamiento”. Nos tomamos unos vinos con James. El sitio fue la “Casa de la Cultura”, uno de nuestros viejos feudos. Por cierto esperaba ver a alguna autoridad de la Casa en la presentación de poeta tan querido e importantazo, como dice Miranda.