Autosemblanza (a falta de fama y crítica)
Idea original: cómo pillar a Dios en un descuido. (Se trata del Dios cristiano, por si se les ocurre hurgar en otras teogonías).
Herramientas: la geometría del cuadrado y la famosa acuarela de William Blake.
Medio: Acrílico 100 x 70
¡Considérese, pues, un cuadrado!
4 lados, todos iguales, ángulos rectos todos: misticismo garantizado y antiquísimo. ¿Asociaciones que se me ocurren? La cuadrilátera Jerusalén celestial del Apocalipsis y, más cercana a nuestras raíces, la chacana mesoamericana.
Considérese, pues, este cuadrado siendo regado y replicado por la superficie del lienzo en una matriz vertical de 5 x 4. Déjese una ventana central e inferior de 2 x 3.
E invoquemos, sin tardanza la imagen emblemática del acto supremo de crear al mundo con un giro del compás de oro de Dios, en persona, tal como Blake lo imaginó; no nos arredra que junto con Blake acudan los símbolos de su ideología… Porque si este pintor y poeta no fue Masón, pues debió serlo. Y así queda plasmada la imagen del cuadrado masónico, donde un círculo inscrito representa al sol donde Dios, muy preocupado se pregunta qué pasó con su compás.
El círculo donde preside el Supremo reposa sobre dos diagonales que parten del pulgar del Anciano y que son los radios que definen el medio punto del arco del gran vitral… Porque está claro que esto va por la ruta de un esquema de vitral. Una escuadra cuyo vértice coincide con el centro superior del arco, forma el cuadro que ya confina, que ya destaca la figura del Pantocrátor. Dos lunas, una en menguante y la otra en creciente no significan otra cosa que mi gusto por la astronomía. Los dos ángeles, cuyo visión extática es más sensual que espiritual, flanquean el luneto del vitral mientras inhalan insaciables las divinas radiaciones que provienen de Aquél.
Aquí debemos rendir homenaje al espectador de todos estos portentos. Nuestro espectador se para de frente a este ventanal-vitral, y en primer plano hallamos los platos que reposan húmedos e inertes en el fregadero; afuera hay ropa tendida (que incluye un tímido calzoncito de seda), luego un cerramiento de bloque revocado con defensas de esquirlas de vidrio, más allá un bosquecillo de acacias en flor y luego, cerro arriba, una verde verde mancha de vegetación que se toma, cual atrevido fragmento de paraíso terrenal, al cerro yermo, seco y vacío. Unas gemelas (supongo que mi tía Yolanda y mi mamá) ocupan el flanco izquierdo de la ventana, mientras que el otro está tomado por la monótona vida de un santón, alegrada apenas por los recuerdos de la niñez.
Ahora su vista oscila entre el vitral del Anciano de Días –arriba- y el refulgente compás que ha ido a parar entre la suciedad de la vajilla –abajo-…
No todos los días al Hacedor se le escapa el compás de la Creación Universal, no todos los días un evento semejante concita la presencia de una avanzada alienígena de exploración planetaria,
… no todos los días un vaso de licuadora se codea con el Compás Divino en la promiscua oquedad del fregadero de mi casa.