La IRA (Serie 200)

Ira gráfica

Cuando el hombre llegó, la mujer ejecutaba la Danza de la Ira. Afuera pastaba la luna, pero adentro… Mucho humo, poca luz, sudores agrios, algarabía de ojos por docenas, era el decorado del que emergía una mesa tenebrosa como escenario. En tan reducida superficie la mujer, de rostro embozado y mirada furiosa, volaba sobre el océano, alentada por un oleaje de sedas y tules. El deseo de los espectadores se multiplicaba a cada quiebre de cadera, en la visión tan cruel como imposible de su entrepiernas de plata, ante cierta forma que tenía la hembra de elevar sus brazos y soltar los dedos como dardos. Muchos comenzaron a llorar sin saber por qué.
El hombre escurrió el bulto detrás del gentío e, imaginándola todavía entre la nube reciente de su adivinación, creyó sucumbir al deseo. Estremecido, se sacudió del presagio cuando sintió, de súbito, que la muchedumbre dejó de ocultarlo y, entonces, lanzó el puñal. La mujer se desplomó, igual que la muchedumbre que instantes atrás soñara en copular con ella.
El hombre suspiró. Apartó los cadáveres hasta el despojo de lo que fue la IRA y se dijo “al fin”, antes de caerse muerto, bajo la mesa tenebrosa.

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